KOAN


KOAN

PERSIGUIENDO DOS CONEJOS



Un estudiante de artes marciales se aproximó el maestro con una pregunta. “Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender contigo quisiera aprender con otro maestro para aprender otro estilo. ¿Qué piensas de esta idea?”.



“El cazador que persigue dos conejos”, respondió el maestro, “no atrapa ninguno”.




LA TAZA VACÍA



Un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen.  Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.


Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad “Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?”

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: “A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”.




EN MANOS DEL DESTINO


Un gran guerrero japonés llamado Nobunaga decidió atacar al enemigo pese a tener solo una décima parte de los hombres de que disponía este. Él sabía que la victoria sería suya, pero sus soldados dudaban.

De camino, hicieron una parada en una hermita Shinto, y dijo a sus hombres: “Después de visitar el altar, lanzaré una moneda. Si sale cara, ganaremos. Si sale cruz, perderemos. El destino nos tiene en su mano”.

Nobunaga entró al altar y ofreció una silenciosa plegaria. Después salió y lanzó una moneda al aire delante de sus hombres. Salió cara. Sus hombres tenían tantas ganas de luchar que ganaron la batalla fácilmente.

“Nadie puede cambiar el destino”, le dijo su ayudante después de la batalla.

“Desde luego que no”, dijo Nobunaga, mostrándole una moneda trucada, que tenía cara a ambos lados.